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Instagram: mis lances amatorios

  • Andrés Isaac Santana
  • Sep 9, 2021
  • 4 min read

Updated: Jul 6

Esta primera entrega abre un espacio de “recuperación textual”. Lo llamo así porque en cada publicación propongo recuperar esos pensamientos libres formalizados a través de textos espontáneos que he ido publicando en mi cuenta de Instagram.

Se trata, sin duda alguna, de la práctica de un tipo de crítica sistemática ajena al encargo y/o cualquier otro mecanismo de sujeción. Hablo de textos absolutamente libres, cuya única naturaleza se explica a través del placer del mismo texto. Su finalidad no ha sido otra que dar cuenta de mis itinerarios por el mundo del arte siguiendo las pistas de este gran hipertexto que es IG.

La idea de que la escritura y la crítica puedan morir y de que esta sentencia sea concebible en sí, pero irreal y ficticia, de hecho, debería bastarnos para no desconfiar del poder absoluto del texto y del pensamiento que descansa en él. Esta sección nace de esa confianza, sus apuntes se alimentan de altas dosis de pasión y desenfreno, pero también de un profundo amor y respeto hacia aquello que se ha convertido en la razón de mis días. Cómo entender la escritura si no como un acto de interpelación y de desobediencia frente a la doctrina de la futilidad y del acuerdo tácito.

“Instagram: mis lances amatorios”, no es otra cosa que la aceptación, definitiva, del placer del texto, el hallazgo, creo, de ese espejismo evanescente que es el estilo. No hay mayor y más delicioso regalo que la práctica, aunque excesiva, del talento y de la admiración. Por mucho que algunos me aborrezcan y otros mueran en la parálisis de la (in)aceptación de mi sino, otros aprecian el valor de mi ejercicio crítico y no escatiman en elogios que solo puedo aceptar como reto y desafío, mas no como complacencia narcisista. Cuanto más se dice y se espera de ti, más tortuosamente responsable ha de ser el resultado de una labor intelectual que deja de entenderse como un acto íntimo para formar parte de la trama de relaciones sociales y culturales de la que uno es amo y esclavo. En la complacencia y el autoengaño, bien lo saben los asalariados de la escritura y los mediocres sin causa, habita el terror del dogma y el peligro de la esterilidad. La decadencia solo podría ser superada por la búsqueda, quizás ilusoria, de cierta verdad, de cierta honestidad crítica que no comulga con las formulaciones explícitas de esa “comunidad artística” organizada sobre la dramaturgia del cinismo de la cordialidad.

Los reaccionarios han empeñado sus esfuerzos en el afán de abdicación de las inquietudes ajenas, dirigen sus discursos hacia la aniquilación del júbilo verbal que escapa de sus estancos modelos de

entendimiento y de comprensión. Sin embargo, pese al cansancio que ya me produce el descrédito ajeno —hoy mi resistencia y tolerancia ya no es la de los 20 años—, siempre he creído y defendido que el crítico de arte, lo mismo que cualquier otro intelectual de la cultura, ha de ser a la vez un animal reaccionario y revolucionario, viviendo en el límite, por fin, entre el instinto de conservación y el placer por la tragedia. Es en ese umbral, en esa zona conflictiva de declarada tensión, de donde emergen los signos virtuosos de su trabajo y el inequívoco sello dramático de su sino.

Iván Marcos Perera

Hacía tiempo que no me impresionaba tanto el trabajo de un artista cubano como lo ha hecho hoy la propuesta de Iván Marcos Perera. Se trata de una obra en extremo sofisticada y muy bien articulada: una obra que tiende más al fragmento que a la totalidad del sistema.

Su narración intenta refutar la noción de “hecho” en beneficio del “supuesto”. La historia hace pasar por hechos lo que muchas veces no fueron más que grandes supuestos. Iván es un amante de las narraciones, pero especialmente del punto de vista del narrador. Hurga en ese sitio liminal, entre volátil y evanescente, en el que se gestiona la voz de los sucesos reales o ficticios. Sus obras demandan de un espectador competente, pero sobre todo sensible. Exigen ser ubicadas en un contexto de referencia que permita discernir la legibilidad de la metáfora, su potencial narrativo y su valor heurístico. Dos cualidades tipifican su operatoria estética: inteligencia y sensibilidad.

Iván alcanza a construir una obra que goza de lucidez en la misma medida en que se entrega a la emoción. De nada sirven la erudición, la ironía y el arrojo desmedido si el desengaño no le acompaña. Esa sensación de duda, esa desconfianza casi epistemológica es la responsable de esta nueva orquestación simbólica que parece desplazarse fuera del tiempo. Su obra profundiza en lo cultural y en lo humano para llegar, de alguna extraña manera, a una sensación de vértigo. El cuerpo ausente se somatiza en cada espacio de enunciación. Conduce, elípticamente, a una especie de fetichización de lo ínfimo, lo fragmentario y del logos. La obra de Iván está atravesada por el banco de la historia, su cuerpo expone las evidencias de los arbitrajes y vasallajes de los relatos...

 
 
 

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Ivan Perera is a contemporary Cuban artist who works with drawing, photography, sculpture, and site-specific. His works, influenced by literature, pose questions about power, faith, death, and the body.

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